sábado, 10 de marzo de 2012

Historias ajenas

Acabo de leer un artículo sobre una mujer daltónica que se metió cinco pastillazos de LSD en el cuerpo y pintó el cuadro más colorido del mundo. Mira que hay historias, eh, mira que hay historias... Es que cuando voy caminando por la calle lo pienso constantemente. A mí me suenan canciones en los auriculares y no oigo mis pasos, pero voy fijándome en la gente que pasa a mi lado. Cuántas historias tendrán que contar... Voy por la vida de Big Brother del ciudadano medio, como si me hubiera escrito Orwell.

Las historias no deberían morir con nosotros, no deberían desaparecer. Debería existir algún método de exprimir cuentos antes de consumirnos, si las historias que vivimos lo son todo... A mí por ejemplo, como cuando empieza a insistir el sol todos los años, me están saliendo pequitas en la naríz, y las adoro. ¿Tiene eso precio?

Os dejo el cuadro, que siempre contará la historia de cómo su autora estuvo a punto de cascarla por pintarlo, digo yo. Porque Alicia llevaba bien las sustancias, pero en la vida real cinco pastillazos son muchos...




Y a partir de aquí, monstruos.


i.

viernes, 2 de marzo de 2012

Las emociones hacen manitas

Soy todo lo que se puede ser desde la contradicción y las conversaciones en voz alta que a veces nadie escucha. Todo lo que se puede ser desde la montaña rusa de cambios de humor que forma parte de los días. Los ojos medio muertos de Kurt Cobain, la chica de Tirso, todo lo que no se puede ver pero existe. Soy el cúmulo de segundos que me ha situado en un sofá blanco en este momento exacto. Soy el vicio del viento. Viajo a las estrellas pero mi colchón nunca flota fuera de mi subconsciente. Es bonito soñar con el universo y pensar que en una galaxia remota una chica escribe lo mismo que yo, queriendo dejar un mensaje impreso en las entrañas virtuales del dios moderno. Las páginas de mil libros no son suficientes para entender el mundo.



Y a partir de aquí, monstruos.


i.

jueves, 12 de enero de 2012

Tras un cristal violeta

En un mundo perfecto llevaría horas caminando por las calles de New York city con los Smashing Pumpkins en mis auriculares y gente de diversas nacionalidades compraría mis libros. No existe el mundo perfecto. Aún. Pero existen mis paredes púrpura y mi mochila mágica donde además de apuntes siempre hay un libro y un cuaderno. Existen los momentos que dedico al día a escribir. Existen las canciones maravillosas y mi imaginación desbordante. Existen Mulder y Scully persiguiendo a los monstruos con un cazamariposas. Existe el helado de pistacho y los largos paseos a ninguna parte. Existen los sueños. Existen las ciudades inexistentes. Existen mis ganas. Existe el número 42 y la luna llena. Existen los lápices de colores. Existen las cosas muy picantes y los héroes anónimos. Existen los brownies calientes y el Onlimit en la Judería. Existe Filosofía y letras. Existen los poetas muertos y Allen Ginsberg con chistera. Existe el "Don't give up" y las páginas de miles de libros. Existe el papel y las calles recién amanecidas. Existo. "No hay otros mundos pero sí hay otros ojos".

Y a partir de aquí, monstruos.

i.

viernes, 7 de octubre de 2011

Causa, efecto y procrastinación evidente

-Deberías estar eligiendo.
-Pero qué dices, si lo estoy haciendo ahora mismo.

Éstas y otras conversaciones son las que tengo conmigo misma a lo largo del día. En un futuro me pagarán por publicarlas y la ostia al caer de la cama y despertar será monumental. Ahora pongámonos serios por un segundo. ¿Alguien se ha parado a pensar a qué nos dedicamos en la vida? Pues a elegir. Ni más ni menos.

Muchos dirán que me baje de la moto y que a todos nos toca vivir lo que nos toca vivir. No voy a negar eso. Es más, estoy de acuerdo. El problema es que los seres humanos somos muy tremendistas y siempre tenemos a pensar en cosas grandes y ver el bosque en lugar de los árboles (porque yo voy al revés) y blá, blá, blá. Ya me entendéis. Nos dedicamos a elegir, amigos míos. Por ejemplo, yo en este momento he elegido escuchar a Chopin y eso ha tenido unas consecuencias. Causa y efecto. La consecuencia inmediata, en mi persona, al escuchar a Chopin, es siempre la misma. Un torrente de pensamientos y diarrea mental que no siempre es bueno. Es gracioso, puesto que la elección que he tomado me ha llevado a hablar de elecciones a pequeña escala.

Todo esto suena a verborrea barata. Lo sé, ¿qué me vais a contar? Si me estoy escuchando pensar, si me estoy leyendo, joder. Pero, ¿qué más da? El caso es que el día tiene veinticuatro horas y a lo largo de ellas nos vemos en la tesitura de elegir cientos de veces. No sé si ir a trabajar en coche o a pie. Y si voy a pie no sé si bajar por aquella calle o cruzar aquel parque. No sé si ponerme la blusa negra o la blusa negra (es verdad, lo siento, yo no tengo ese problema porque toda mi ropa es de ese color, o casi). En fin... creo que el mensaje es claro.

Un momento y mil opciones. ¿Qué puede hacer un ser humano en este momento? Dormir una siesta que se está alargando demasiado. Elegir la ropa que llevará esta noche. Leer el capítulo quince de su novela favorita. Limpiar el polvo al mueble del comedor. Salir del trabajo. Pintar un cuadro. Golpear la cabeza contra un muro. Fumar un cigarrillo. Estudiar el tema dos de tal asignatura. Ver la última película de Woody Allen. Freír un huevo. Llorar. Reír a carcajadas. Cantar bajo la ducha. Cascársela bajo la ducha... Bueno, que existen mil opciones. La cuestión es que no nos damos cuenta de que todo lo que hacemos viene desencadenado por casi todo lo que elegimos y viceversa. Menudo laberinto. Empieza a dolerme la cabeza.

Y para no dejaros con la miel en los labios, os dejo la pieza culpable.



Y a partir de aquí, monstruos.


i.

martes, 30 de agosto de 2011

Veinte caras en una espiral

Querido diario:

Si yo fuera otra persona me sentaría apaciblemente a narrarte mis vivencias en orden cronológico para darles algo de sentido. Pero tú y yo lo sabemos. No se me da bien el orden, como tampoco se me dan bien las cosas con sentido. ¿Nunca te has parado a pensar en las pequeñas cosas que forman el día a día? Así, sin más, sin otorgarles un horario, totalmente sacadas de contexto.

Así, si piensas en los componentes del día de hoy, o del día de ayer, puede nacer de entre mis piernas una masa de palabras poco relevantes. Que sí, joder, no te pongas pedante. Ya sabes cómo ocurre un parto.

Pensemos pues, que si fuera una superheroína, seguramente me habrían dibujado con el poder de convertirme en roca. Siempre quise leer mentes pero uno no elige su superpoder. Aunque a cierto nivel posea ambas cualidades. Tengo sueño, ¿sabes? No un sueño normal, es una acumulación de cansancio mental a la que me gustaría patear durante un siglo. Mi tatuaje se ha curado. Qué rapidez. Qué espiral de parálisis a la vez. Es un estado un poco irreal, ya lo entenderás. Nunca tengo hambre por las mañanas. Es crónico, como la estupidez humana. Nada ha podido conmigo nunca, lo sabes bien. Nadie conoce un sólo capítulo entero de mi historia, por eso es fácil etiquetarla. Y las etiquetas son el peor invento en el mundo. Dicen que un tal Dios lo hizo en seis días y la verdad es que se nota. Me gustan los zombies lentos, superan con creces a los zombies rápidos. Son más de toda la vida, mantienen un suspense distinto. Con este cansancio yo misma parezco una infectada por el virus T. Tengo dos relatos a medias y nunca es buen momento. Estoy exagerando. En realidad sólo llevan una semana abandonados. A veces se siente curiosidad por saber qué espera en la siguiente parada. ¿Y si no hay nada? Todo el mundo siente miedo alguna vez. La cuestión es que Aristóteles creó su poética para dar instrucciones al escritor. Voy a liarme un cigarrillo.

¿Ves cómo resulta distinto?

Y a partir de aquí, monstruos.


i.


sábado, 20 de agosto de 2011

La vaca: víctima o icono

Las vacas son criaturas fascinantes y dignas de admiración. Nos proporcionan leche (aunque, ahora que caigo, a mí la leche no me gusta), su dieta sólo se compone de productos vegetarianos (hierba fresca, en el caso de no ser una vaca de matadero) y, sobre todo, son estampadas. Sí, sí. Hablo de esas manchitas adorables que podíamos ver en los sofás de los pubs a los que acudíamos a los quince años, pues ellas las llevan veinticuatro horas al día. Y que luego digan que los poderes de Superman son sorprendentes.

Anoche pensaba yo en algo que me resulta bastante inquietante, y es que, a pesar de todas estas virtudes tan exquisitas que se les pueden atribuir, la vaca es un animal contínuamente maltratado por la industria cinematográfica. Es indignante. Si yo fuera una vaca habría organizado un motín contra los granjeros.

No creáis que exagero, no. Todo el mundo recuerda aquella escena de Twister en la que el tornado se llevaba a la vaca. Sí, sé que el hecho de arrastrar una vaca en una muestra de poderío por parte del tornado, ya que con un pollo no quedaría igual. La cuestión es, ¿por qué una pobre vaca? Hay animales que pesan más que una vaca, como el elefante. Hubiera sido mucho más espectacular.

Unos años después, Chris Carter escribió un episodio de Expediente X en el que un meteorólogo controlaba el tiempo a través de sus emociones. En dicho episodio, y haciendo un guiño a la película antes mencionada, un tornado levantaba a una vaca por los aires haciéndola caer sobre la habitación de motel que ocupaba el agente Mulder. ¿Resultado? Otra pobre vaca muerta.

En Jurassic Park, un grupo de científicos vuelve a dar vida a los dinosaurios. Que nadie me malinterprete, donaría el dedo gordo de mi pie izquierdo si supiera que ese parque iba a existir de verdad. La cuestión es que además de dar vida a las especies más inofensivas, también vuelven a crearse velocirraptores. Es sabido por todos que el hambre y la sed de sangre de estos bichitos tan graciosos no conocen límites. Podrían haberlos alimentado de carne cruda, sacos de ratas muertas o... yo que sé, si se conoce la manera de utilizar ADN para volver a dar vida a una especie, también debe de ser posible para la ciencia crear un sustituto de la carne. Sin embargo, esto parece una cuestión inútil. ¿Para qué, si tenemos vacas? Pues vacas. A matar más vacas. Además se las vamos a proporcionar vivas, que muertas son menos sabrosas. Indignante, se mire por donde se mire.

Y la cosa no queda ahí. No sé si recordaréis una comedia protagonizada por Jim Carrey y Renée Zellweger; Yo, yo mismo e Irene. No es una película con muchos simpatizantes, pero a mí me provoca ataques de risa masivos. En una escena una vaca es atropellada, y con el supuesto fin de no hacerla sufrir, se le vacía el cargador de una escopeta en la cabeza, se le tapan los orificios nasales para que no puede respirar, y se le atiza. No, la vaca no muere. La vaca queda ligeramente traumatizada y magullada, necesitando sólo un collarín. En este caso al menos conserva la vida, pero, ¿había que hacerla pasar por ese infierno? Y ya puestos, ¿no podría haber sido un ciervo? No, claro que no, Bambi nos enternece mucho a todos.

¿Y dónde nos dejamos todas las parodias animadas sobre OVNIS y hombrecillos verdes? El animal abducido siempre es una vaca. ¿No podían abducir a un chimpacé? Al fin y al cabo la similitud con el hombre es mayor. Mucho mayor.

La vaca es subestimada a diario por la sociedad. Menos mal que al menos en la India están a salvo. Yo también veneraría a estas criaturillas gustosamente. Si es que además no hacen daño a nadie... ni siquiera hincan el diente a otros animales... Guardemos un minuto de silencio en su honor y enviémosles un eterno mú.


Nota: Ninguna vaca ha muerto ni ha sido dañada durante la creación de esta entrada.


Y a partir de aquí, monstruos.

i.



lunes, 1 de agosto de 2011

Sin perfil

Parece que el cielo va a caerse. Con este tiempo, lo único que suele apetecerme es hacerme un ovillo y escribir, con la música que me provoque el polvo mental más alto. Da miedo. El cielo, no yo. Quién sabe si este viento puede despertar a mil demonios.

La cuestión es que estoy aquí sentada escuchando una canción que habla de alguien. De alguien. ¿Todas las canciones hablan de alguien, no? No. Lo cierto es que no. Algunas hablan de algo, que no es alguien. Pero ésta habla de alguien y ese alguien ha tenido un sueño en el que era un lobo. Nunca me ha pasado eso, realmente. No hablo concretamente de lobos. Hablo de soñar con ser otra persona, soñar con ser alguien diferente, externo. Normalmente mis desdoblamientos ocurren cuando estoy despierta, aunque ese tema lo voy a dejar, porque mi otro yo no quiere que hable de mí. Es complicado.

¿Nadie ha pensado en cómo tiene que ser verse desde fuera? Como un mero espectador. Es fácil para un actor que se ve en la gran pantalla y comenta: "Mira, ese soy yo", pero aún así un actor en escena no es él mismo, porque su trabajo es ser fingidor. ¿Cómo es verse desde fuera? Es algo que sólo puede conseguirse en sueños. Sería curioso observarse y pensar "vaya, pues parezco estúpida, ¿es lo que hago todo el tiempo?", porque una cosa es segura, la mayoría, tendría mucho que decir de la imagen que tiene de sí mismo desde esa nueva perspectiva. Y pocos serían los comentatios positivos.

Y aún se puede rizar más el rizo. La maraña puede ser peor. Imagináos que, además de veros desde fuera os veis en un cuerpo ajeno. El lobo del sueño es un buen ejemplo. Sería mucho peor. Ya me lo estoy imaginando: "No te lo vas a creer, he soñado que era un lobo. Al principio todo bien, caminaba entre sombras, aullaba a la luna... todo muy transcendental. Me sentía un ser privilegiado. Pero después me he encontrado una ardilla muerta y ha sido muy desagradable. No he podido reprimir el impulso de alimanterme y sentirme un animal. Ha sido horrible". No, mejor no. Ya es bastante complicado ser persona día tras día. Algunos ni siquiera consiguen ser quienes son porque fingir es más fácil. No... esta es una historia digna de explicar por Tom Stoppard porque de todos modos su entendimiento no será del todo accesible.

Bien pensado... si alguna vez me toca lo de ser un "otro" durante un sueño, espero que no se alimente de animales muertos ni se dedique a la producción en cadena. Sería durísimo.

Y ahora, ¿queréis saber cuál es la canción, verdad?



Y a partir de aquí, monstruos.


i.