Si yo fuera otra persona me sentaría apaciblemente a narrarte mis vivencias en orden cronológico para darles algo de sentido. Pero tú y yo lo sabemos. No se me da bien el orden, como tampoco se me dan bien las cosas con sentido. ¿Nunca te has parado a pensar en las pequeñas cosas que forman el día a día? Así, sin más, sin otorgarles un horario, totalmente sacadas de contexto.
Así, si piensas en los componentes del día de hoy, o del día de ayer, puede nacer de entre mis piernas una masa de palabras poco relevantes. Que sí, joder, no te pongas pedante. Ya sabes cómo ocurre un parto.
Pensemos pues, que si fuera una superheroína, seguramente me habrían dibujado con el poder de convertirme en roca. Siempre quise leer mentes pero uno no elige su superpoder. Aunque a cierto nivel posea ambas cualidades. Tengo sueño, ¿sabes? No un sueño normal, es una acumulación de cansancio mental a la que me gustaría patear durante un siglo. Mi tatuaje se ha curado. Qué rapidez. Qué espiral de parálisis a la vez. Es un estado un poco irreal, ya lo entenderás. Nunca tengo hambre por las mañanas. Es crónico, como la estupidez humana. Nada ha podido conmigo nunca, lo sabes bien. Nadie conoce un sólo capítulo entero de mi historia, por eso es fácil etiquetarla. Y las etiquetas son el peor invento en el mundo. Dicen que un tal Dios lo hizo en seis días y la verdad es que se nota. Me gustan los zombies lentos, superan con creces a los zombies rápidos. Son más de toda la vida, mantienen un suspense distinto. Con este cansancio yo misma parezco una infectada por el virus T. Tengo dos relatos a medias y nunca es buen momento. Estoy exagerando. En realidad sólo llevan una semana abandonados. A veces se siente curiosidad por saber qué espera en la siguiente parada. ¿Y si no hay nada? Todo el mundo siente miedo alguna vez. La cuestión es que Aristóteles creó su poética para dar instrucciones al escritor. Voy a liarme un cigarrillo.
¿Ves cómo resulta distinto?
Y a partir de aquí, monstruos.
i.
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