sábado, 20 de agosto de 2011

La vaca: víctima o icono

Las vacas son criaturas fascinantes y dignas de admiración. Nos proporcionan leche (aunque, ahora que caigo, a mí la leche no me gusta), su dieta sólo se compone de productos vegetarianos (hierba fresca, en el caso de no ser una vaca de matadero) y, sobre todo, son estampadas. Sí, sí. Hablo de esas manchitas adorables que podíamos ver en los sofás de los pubs a los que acudíamos a los quince años, pues ellas las llevan veinticuatro horas al día. Y que luego digan que los poderes de Superman son sorprendentes.

Anoche pensaba yo en algo que me resulta bastante inquietante, y es que, a pesar de todas estas virtudes tan exquisitas que se les pueden atribuir, la vaca es un animal contínuamente maltratado por la industria cinematográfica. Es indignante. Si yo fuera una vaca habría organizado un motín contra los granjeros.

No creáis que exagero, no. Todo el mundo recuerda aquella escena de Twister en la que el tornado se llevaba a la vaca. Sí, sé que el hecho de arrastrar una vaca en una muestra de poderío por parte del tornado, ya que con un pollo no quedaría igual. La cuestión es, ¿por qué una pobre vaca? Hay animales que pesan más que una vaca, como el elefante. Hubiera sido mucho más espectacular.

Unos años después, Chris Carter escribió un episodio de Expediente X en el que un meteorólogo controlaba el tiempo a través de sus emociones. En dicho episodio, y haciendo un guiño a la película antes mencionada, un tornado levantaba a una vaca por los aires haciéndola caer sobre la habitación de motel que ocupaba el agente Mulder. ¿Resultado? Otra pobre vaca muerta.

En Jurassic Park, un grupo de científicos vuelve a dar vida a los dinosaurios. Que nadie me malinterprete, donaría el dedo gordo de mi pie izquierdo si supiera que ese parque iba a existir de verdad. La cuestión es que además de dar vida a las especies más inofensivas, también vuelven a crearse velocirraptores. Es sabido por todos que el hambre y la sed de sangre de estos bichitos tan graciosos no conocen límites. Podrían haberlos alimentado de carne cruda, sacos de ratas muertas o... yo que sé, si se conoce la manera de utilizar ADN para volver a dar vida a una especie, también debe de ser posible para la ciencia crear un sustituto de la carne. Sin embargo, esto parece una cuestión inútil. ¿Para qué, si tenemos vacas? Pues vacas. A matar más vacas. Además se las vamos a proporcionar vivas, que muertas son menos sabrosas. Indignante, se mire por donde se mire.

Y la cosa no queda ahí. No sé si recordaréis una comedia protagonizada por Jim Carrey y Renée Zellweger; Yo, yo mismo e Irene. No es una película con muchos simpatizantes, pero a mí me provoca ataques de risa masivos. En una escena una vaca es atropellada, y con el supuesto fin de no hacerla sufrir, se le vacía el cargador de una escopeta en la cabeza, se le tapan los orificios nasales para que no puede respirar, y se le atiza. No, la vaca no muere. La vaca queda ligeramente traumatizada y magullada, necesitando sólo un collarín. En este caso al menos conserva la vida, pero, ¿había que hacerla pasar por ese infierno? Y ya puestos, ¿no podría haber sido un ciervo? No, claro que no, Bambi nos enternece mucho a todos.

¿Y dónde nos dejamos todas las parodias animadas sobre OVNIS y hombrecillos verdes? El animal abducido siempre es una vaca. ¿No podían abducir a un chimpacé? Al fin y al cabo la similitud con el hombre es mayor. Mucho mayor.

La vaca es subestimada a diario por la sociedad. Menos mal que al menos en la India están a salvo. Yo también veneraría a estas criaturillas gustosamente. Si es que además no hacen daño a nadie... ni siquiera hincan el diente a otros animales... Guardemos un minuto de silencio en su honor y enviémosles un eterno mú.


Nota: Ninguna vaca ha muerto ni ha sido dañada durante la creación de esta entrada.


Y a partir de aquí, monstruos.

i.



No hay comentarios:

Publicar un comentario